¿Alguna vez te sentiste ignorado porque otras personas no elogiaron lo que habías hecho? Para ti, ¿se trató de un logro casi imposible de alcanzar que necesitó de mucho esfuerzo, dedicación y parecía imposible de ser ignorado, al menos por tus padres, con quienes compartías todos tus días?, también, pudo ocurrir dentro del ámbito escolar, es decir, entre tus compañeros de clase y maestros que subestimaron el contenido de tu proyecto o comentario que para ti era importante; en el hogar, siendo el marido o la mujer entregada y dedicada a su familia, que un día pareces ser tan transparente que ya no existes, o con el hijo que emocionalmente afectado por la ira de quien sabe por qué, te agrede verbalmente. Si alguna vez te has sentido así, entonces, este mensaje es para ti.
La primera lección que aprendí es que no existen fórmulas mágicas para curar el dolor que te causa el menosprecio, pero sí espero que con mi historia encuentres una luz que te sirva de guía en tu proceso de crecimiento y entendimiento de tu propia sanación. En mi incansable búsqueda de respuestas y soluciones, me encontré con una palabra que llamó mi atención: aceptología, término que Gerardo Schmedling usó para definir el arte de aceptar con serenidad las cosas que no podemos cambiar.
¿Qué es aceptación?, se confunde fácilmente con la resignación: una acción pasiva, que te invita a no hacer nada, bajar los brazos y ver pasar con gran sufrimiento una situación que te duele; aceptar, en cambio, es moverte, actuar. Al enfrentarnos a situaciones en las que ponemos en riesgo nuestra salud mental y hasta la vida, siempre hay algo que podemos hacer para salvarnos; la aceptación va más allá, es agotar todos los recursos posibles para cambiar una situación, siempre y cuando esté en tus manos. Dalái Lama tiene una gran frase: “Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar”.
Aceptarnos, implica una acción voluntaria, no generar resistencia, y se divide en dos grandes pasos: el primero es aceptar tu mundo y tu vida, creería que es la más difícil, ya que nos llenamos de pensamientos y hábitos que, a lo largo de la vida, nos cuesta mucho desprendernos. Creencias como “así soy y no puedo cambiar”, “eso fue lo que me enseñaron”, “no soy lo suficientemente bueno para esto o lo otro”; “a mi edad, imposible”, etc. Yo estaba llena de creencias que me limitaban, pensamientos y hábitos que me alejaban de la vida que quería tener, pero entendí que, si yo no cambiaba y hacía algo, mi mundo tampoco cambiaría.
Comencé por hacer una lista de lo que me gustaba de mí, mis talentos, todo aquello que yo sabía, hacía bien; después, le pregunté a las personas más cercanas que me dijeran 5 cosas que les gustaba de mí. Me enfoqué en las que coincidían y las comencé a trabajar hasta que las volví mis fortalezas. Al hacer un ejercicio de autoconocimiento, es fácil enfocarnos en las cosas negativas, nuestros defectos, y es un gran error. Hoy, te invito a que te conozcas y reconozcas, que trabajes tus miedos, los cuales todos tenemos y se vale tenerlos, lo que no se vale es que te dejes paralizar por ellos; así pues, elimina de tu vida palabras de autosabotaje como “estoy gorda”, “no sirvo para esto”, etc., porque es hora de que te vuelvas amigo(a) de sí mismo(a), lo cual será fundamental para los cambios que quieras ver en tu vida; al final, serás el/la único(a) que siempre tendrás a tu lado.
La segunda es aceptar el mundo que te rodea, lo que he llamado en mi charla TEDx Los Ladrones de la Felicidad. El juicio de valores, primeramente, conmigo y los demás después, el rol de víctima para llamar la atención, vivir en el pasado, las malas compañías, darle tanto poder a la mente —Teresa de Jesús la llama la loca de la casa—, hablar demasiado, dejarme llevar por las suposiciones, ver al otro como yo creo que debería ser y no como es realmente; todo esto, me llevó a hacer una lista de las cosas que no me gustaban de mi entorno, comencé por mi familia, mis compañeros de trabajo y amigos, uno por uno; me encontré con que las cosas que no me gustaban eran el reflejo de lo que yo quería y no había podido lograr o, en su defecto, manifestaciones de mi personalidad; esto puede sonar fuerte, pero existe la ley del espejo y como dicen en México: “Lo que te choca te checa”.
Te quiero dejar un mensaje que a mí me costó muchísimo aceptar: las situaciones y circunstancias de la vida son lo que son y lo que las hace dolorosas o placenteras es la actitud con que las afrontamos. Cada ser que pasa por tu vida viene a enseñarte algo y está en nosotros definir el tiempo que los queremos tener cerca. Aléjate de las personas ruidosas, agresivas, que puedan hacerte daño, y rodéate de lo que he llamado mis “vita-amigos”, esas personas que te ayudan a crecer, te hacen la vida alegre, siempre están para ti y te hacen sentir que eres valioso(a); serán pilares en los que te puedas apoyar para cumplir tus metas y sueños. Agradéceles a los que no son buenos para ti y déjalos ir, pues sufrir por lo que no está en nuestras manos es un desgaste que no vale la pena.
Para despedirme, quiero dejarte con una reflexión: siempre buscamos quien nos complemente, nos ayude a aceptar, adaptarnos, nos dé un consejo o tome de la mano cuando vamos a tomar una decisión. Recuerda que el cementerio está lleno de personas con buenas intenciones que jamás se atrevieron a luchar por sus sueños. Pregúntate qué tanto esfuerzo haces por tener la vida que quieres, la que te mereces: ¿En qué estás enfocando tu energía?, ¿haces lo que necesitas o simplemente estás haciendo lo que puedes? No dejes que el análisis te paralice, es tiempo de actuar, escribir tus metas y a cada meta ponerle un tiempo y un cómo; si no te funciona, cambia la estrategia, el cómo, pero nunca renuncies al sueño. Llegó el momento de soltar lo que no necesitas y practicar la aceptología, ¡será un buen comienzo!
Soy Ana María Peláez y me encanta compartir mis sueños contigo. Me puedes encontrar en mis redes como @anamariapelaez.oficial o en mi página web: www.anamariapelaez.com.co donde siempre estaré para ti.
Fuente: Revista Enfoque lifestyle